El nudo de la sumisión: una fantasía BDSM

Prólogo: El encanto del BDSM y la exploración de la fantasía En el mundo del BDSM, los límites del placer y el dolor se difuminan, creando un ámbito donde reinan la confianza, la comunicación y el consentimiento. Para muchos, esta exploración no se trata solo de sensaciones físicas, sino también de descubrir aspectos más profundos de sí mismos y de sus deseos. Entre las diversas herramientas y juguetes que se utilizan para mejorar estas experiencias, el consolador anudado destaca por su diseño único y las intensas sensaciones que puede proporcionar. Esta historia se adentra en el viaje de David, un hombre curioso por el BDSM y ansioso por explorar sus fantasías bajo la guía de una dominatriz experta. Es una historia de sumisión, confianza y la profunda conexión que se puede formar a través de experiencias compartidas. A medida que leas, sumérgete en el mundo de David y, tal vez, encuentres una chispa de tu propia curiosidad encendida.

ntroducción: Una invitación inusual

«Vuelve a mi casa y te haré la mejor mamada que hayas tenido jamás».

Me di vuelta y vi a la chica que me había susurrado al oído. Era bastante grande, de unos 113 kilos, pero vestía de forma sexy y con un bonito maquillaje. Dudé un momento, ya que las chicas grandes no eran realmente mi tipo, pero su mirada segura y la promesa de una gran mamada me convencieron. Una mamada es una mamada, después de todo. Me puse de pie y ella sonrió, tomó mi mano y me guió fuera del club.

El paseo: anticipación en silencio

El paseo de diez minutos hasta su apartamento transcurrió en completo silencio. Abrió la puerta, me hizo un gesto para que entrara y luego me llevó a su dormitorio, donde me esperaba una silla. Me senté y ella se inclinó para darme un beso apasionado; su mano bajó hasta mis vaqueros para sentir mi pene, que se endurecía rápidamente. Me desabrochó los vaqueros, sujetó mi pene por encima de los bóxers y luego sacó un par de esposas, atando mis muñecas detrás de la silla.

«Tienes que usarlos», dijo, dejando claro que no era una pregunta.

Una provocación: generando anticipación

Me quitó los calzoncillos y empezó a frotarme el pene lentamente. Hizo una pausa para quitarse la camiseta y dejar al descubierto el sujetador, y luego volvió a acariciarme.

– ¿Te gusta? – preguntó ella sonriendo.

Asentí y nos besamos de nuevo, sus manos haciendo magia. Luego se quitó el sujetador y empezó a masturbarme con sus enormes pechos. La sensación era increíble y todas mis dudas se disiparon rápidamente.

La venda en los ojos: un nuevo nivel de control

Después de unos minutos, se apartó y buscó algo debajo de la cama. «Ahora te pondré esto y te lo chuparé», dijo, mientras me vendaba los ojos. Tomó mi pene en su boca, comenzando lentamente pero aumentando gradualmente la velocidad y la intensidad. Su lengua hizo maravillas y estaba cerca del orgasmo cuando de repente se detuvo.

«Si quieres correrte, necesitas experimentar algo nuevo. Quiero usar un consolador anudado contigo. Si puedes resistir la tentación durante cinco minutos, te dejaré ir».

El dilema: ceder el control

Mientras reflexionaba sobre su propuesta, ella sostuvo mi pene erecto con una mano y mi muslo derecho con la otra. Mi desesperación por llegar al clímax era abrumadora. La idea de ser penetrada por un consolador anudado era abrumadora, pero la necesidad de liberación era demasiado fuerte.

«¡Déjame correrme!» supliqué.

Sin dudarlo, volvió a tomar mi polla en su boca, esta vez más rápido y con más urgencia. La intensidad era abrumadora y no pude contenerme más. Exploté en su boca, experimentando el orgasmo más fantástico que jamás había tenido.

El nudo: una nueva realidad

Me quitó la venda de los ojos y me besó, con la boca salada por mi orgasmo. Luego tomó el consolador anudado y lo preparó expertamente con lubricante. «Ahora, el nudo», dijo, colocándolo en mi entrada.

La Inserción: Una Experiencia Intensa

Jadeé mientras ella insertaba lentamente el consolador anudado, la sensación era completamente diferente a cualquier otra que hubiera sentido antes. La plenitud del nudo era intensa, estirándome de maneras que nunca había imaginado. Ella lo movía hacia adentro y hacia afuera lentamente, la forma única proporcionaba un placer específico y aumentado.

Una semana de frustración: esperando su llamada

Pasó una semana y mi frustración crecía. El recuerdo del consolador anudado y las intensas sensaciones que me producía me perseguían. No podía masturbarme ni siquiera conseguir una erección sin pensar en ella y en esa noche.

Mi teléfono vibró. Era un número desconocido, pero sabía quién era. «Necesito un polvo. Ven a mi casa, por favor».

La reunión: una nueva exigencia

Rápidamente me dirigí a su puerta. Me dejó entrar, me dijo que me desnudara y esperara en su cama. Unos minutos después, llegó desnuda y se sentó encima de mí, sobre mi jaula recién cerrada. Se inclinó y me miró a los ojos.

«Quiero un bebé. Tu bebé.»

Me esposó las manos a los postes de la cama, me besó apasionadamente y luego abrió la jaula. Mi pene cobró vida y ella se agachó sobre mí, follándome vigorosamente. La presión de su cuerpo de 113 kilos y sus pechos saltarines hicieron que fuera una de las mejores experiencias sexuales que había tenido.

La elección: libertad o sumisión

Después de nuestra intensa sesión, ella me miró seriamente.

«Ya terminé contigo. Puedes irte libre y no volver a tener sexo conmigo o volver a ponerte la jaula y ser mi fulano de guardia cuando y si me apetece».

¡Qué dilema…!

Epílogo: Abrazando nuevas posibilidades

David continuó explorando el BDSM, basándose en los cimientos que Emily le había ayudado a establecer. Se mantuvo en contacto con ella, agradecido por su guía y el fin de semana inolvidable que habían compartido. El consolador anudado se convirtió en una parte preciada de su colección, que simbolizaba no solo el intenso placer que había experimentado, sino también el crecimiento y la transformación que había logrado al entregarse a sus deseos.

Al final, David se dio cuenta de que el mundo del BDSM no se trataba solo de dolor y placer; se trataba de confianza, comunicación y la profunda conexión que se podía forjar entre dos personas dispuestas a explorar las profundidades de sus fantasías juntas. Y en esa constatación, encontró una nueva sensación de libertad y alegría.

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